Mi despertar del día de ayer fue un tanto sombrío y tenebroso. Se trata de esas noches en las que notas cómo el frío te eriza la piel y tu cuerpo se sumerge en una nube de oscuridad. Pero las sensaciones estaban terroríficamente intensificadas, el frío era algo indescriptible y la oscuridad…la oscuridad no era tan oscura, algo curioso. Descubres que la oscuridad nunca es tan oscura cuando eres la luna. Levitando en la penumbra me encontraba yo aquella noche gélida, dando luz, una luz especial: se trataba de un resplandor plateado, muy fuerte, que iluminaba todo kilómetro a mi alrededor. La luna puede llorar, y lo descubrí haciéndolo yo misma. Unas nubes espesas me ocultaron, para que todo aquel que mirase al cielo, no me viese llorar desconsoladamente. Cuánto más lloraba, más nubes se aproximaban. Eran las 12 en punto de la noche, lo supe al oír desde arriba a dos personas que conversaban. Una salió a dar un paseo nocturno, la otra volvía a casa del trabajo. Sentí una desesp...